Cuento

Huracán

(Guillermo Fuentes)

Fue un verano insufrible, el ambiente era espeso y seco, las palmeras se habían puesto amarillas de tanto sol, todo se sentía como aletargado, el viento del este hacía meses que había dejado de soplar su brisa salada; el calor en las noches no se aminoraba ni durmiendo desnudo frente al ventilador.

La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica había catalogado ese año como uno de los más calurosos de la historia moderna. Las clases en el bachilleres se habían cambiado al horario vespertino debido a que muchos estudiantes se habían negado a seguir usando calcetines y pantalón de nylon en ese infierno abrasador, a pesar de las reprimendas de su directora.

Papá lo había predicho con anticipación, las señales eran claras, primero fue el arrivo de algas sargazo, ahuyentando a los de por sí pocos turistas que llegaban a este lugar, después vino la escasez de langosta y caracol, conviertiéndonos en un puerto fantasma.

Llegaron los politicos y nos prometieron de todo, que según iban a dar apoyo al empleo temporal, pero repartieron el dinero entre sus comadres y familiares empeorando la situación. El cambio climático se intensificaba cada año más y más.

Papá siempre hablaba de eso, pero ninguno quiso hacerle caso. ¡Dios, cómo extraño a papá!.

(Riiing, riiing)

-¿Hola?, si, él habla, dígame en que le puedo servir; ¿quién perdón?; ¿qué, qué?, ¿cómo que nuevo dueño?; ¡que hija de puta!, ¡no, no usted señorita!, ¿cuándo sucedió?,

¿queeé?, ¿para cuándo?, ¡no lo puedo creer!, gracias por avisar.

(Ring, riiiing)

– ¿Teresa?, hola, si, habla Gilberto, ¡acaba de pasar algo terrible!, necesitamos convocar a una junta hoy mismo, por favor avísale a los gemelos, ¡hay que reunirnos ahora mismo!, es urgente.

– Gracias por venir en medio de este calor. Los mandé llamar porque algo muy grave sucedió; es acerca de papá. Hoy recibí una llamada del Panteón Municipal, y al parecer la prima Aurora heredó los papeles de la perpetuidad y la muy hija de puta ¡vendió la tumba!. Los nuevos dueños quieren usar el espacio y hay que sacar los restos de papá y encontrarle un nuevo sepulcro.

Teresa, ya de por si sofocada por el calor, cayó desmayada al escuchar la noticia, los gemelos sintieron un vacio en el estómago como cuando escucharon acerca del fallecimiento por primera vez, sólo que esta vez era diferente, en vez de enterrarlo, había que exhumarlo, junto con aquellos recuerdos y sentimientos que yacían hace mucho 3 metros bajo tierra.

Esa noche, ninguno de los cuatro hermanos pudo dormir, había tanto que procesar y organizar, buscar un nuevo espacio, avisarle a la familia y bueno… también estaba la “otra” familia, – ¡y Lucrecia! -, pensaba Teresa, imaginando a su prole de salvajes haciendo bromas sobre quién se quedaría con el diente de oro de papá. Esa noche de insoportable insomnio y calor, las cigarras anunciaron la lluvia, y las emociones comenzaron a fluir como el agua en el mar.

Mientras los días transcurrían, la lluvia arreció, entorpeciendo las diligencias del nuevo sepulcro, el calor de ese año estaba siendo una atracción inminente para un huracán. Las noticias comunicaban a la población que aseguraran las ventanas y guardaran los posibles proyectiles, y que se dirigieran a los refugios dispuestos por las autoridades.

Cuando el huracán tocó tierra, su furia se hizo sentir en todo el territorio, el cielo se iluminó con los rayos de la tormenta y la fuerza del viento hizo vibrar las paredes de los refugios mejor dispuestos. Los viejos nunca antes habían visto un huracán tan intenso.

La rapiña llegó junto con el ojo del huracán, el lado más salvaje y primitivo surgió en algunos pobladores, aprovechando la ausencia de los residentes, se hicieron de muebles y objetos de lujo irrumpiendo en las propiedades.

Fueron cinco días los que el huracán azotó a la peninsula, los pobladores al salir de sus refugios se dieron cuenta que la fuerza del huracán había inclinado el faro, dejando destrucción e inundaciones a su paso.

Los del Panteón Municipal, nos llamaron apenas se reestableció el sistema telefónico, el huracán había erosionado la costa y desenterrado los cuerpos del panteón.

Había que ir a identificar a papá.